lunes, 1 de julio de 2019

Colores que caen desde el cielo.

Están naciendo soles verdes sobre la faz de la tierra,
sus propios planetas alumbran con consciencia pura
y el relámpago de luz que la herida podrida cierra,
torna la senda menos oscura, y retorna cordura.

Tomad, mi armadura, yo ya no la quiero más;
enloquecido en la amargura corro persiguiendo a mi ego.
Lo cazo, y en mi dentadura ruge un "¿¡Por qué no te vas!?"
Después lloro, apilo sus trozos y los lego al fuego.

Siento que en ese momento la ansiedad se entierra,
se destierra, y junto al viento emana de mí un humo lento
que a la esperanza me aferra, muy pronto estaré contento,
supongo; o más bien, presiento que arrasaré en ésta guerra.

Y cuando la ardiente llama de mi sol se prenda espero,
poder estar a la altura y evitar locura; quiero,
ser todo el Todo en un ser, sin dejar de ser guerrero;
para así poder vencer, al que un día fue Lucifer.
Y en hogueras ver arder, su mayor poder; dinero.

Que ardan sus imperios y no nuestros bosques.