domingo, 30 de noviembre de 2014

Adiós.

Y, si ahí sentado, débil, solitario y muerto; en esa noche fría y a una hora a la hasta las estrellas están durmiendo, después de haber vivido todo y no sentir nada...

En ese momento, con el cerebro lleno de tóxicas ayudas para crear...

Si entonces ya ni la luna te dice nada, es la hora de tapar el boli e irse a dormir.

Y dormiré.

Nada.

La vida, un sinfín de actos sin sentido. No tenemos más razón que la de buscarla, en el fondo somos buscadores de la nada más absoluta que cuando la encuentren irán a buscar otra.

Siempre están nuestros instintos primarios para hacernos creer que hay un sentido en todo esto, el de perpetuar la especie. Y la razón, estúpida, haciéndonos creer que somos nacidos para ser felices o amar.
Aunque estas dos caras de nosotros, en una lucha infinita, estos tú y yo, estos Doctor Jekyll y Mr. Hyde que en realidad son inútiles porque a ver...

¿Para qué vivimos si vamos a acabar todos en una caja de madera?

jueves, 27 de noviembre de 2014

domingo, 23 de noviembre de 2014

Adiós noche.

 Y...

"Todo empezó y terminó a la vez, el mismo día, a la misma hora. Se terminó mi descanso por la noche y empezó mi otra vida nocturna.
Ese día, era sábado, otro sábado, era ya bastante tarde y tenía que volver a casa, estaba a unas paradas de metro de mi piso, pero cuando llegué al metro estaba cerrado, entonces fue cuando me di cuenta, era más tarde de lo que creía. “No sé, me habré entretenido en el bar” pensé, y también pensé otra infinidad de cosas como “Tenía que haberme ido antes”… Y es que yo nunca había sido miedoso ni me había dado “mal rollo” la oscuridad ni la noche, pero si hubieseis visto esas calles oscuras, muertas, sin nada encendido en pleno centro me entenderíais. Allí, sólo, a saber a qué hora y con alrededor de ocho metros en la calle madrileña tenía que volver a casa, ya empecé a comerme la cabeza y mientras me decidía si llamar a un taxi o ir andando miraba la hora e m móvil que llevaba horas apagado. No recordaba cómo se había acabado la batería y entonces decidí mirar la cartera, cada vez más nervioso. Entonces vi los cuatro céntimos que me quedaban de ese día de fiesta.
Entonces ya sin querer tuve que descartar la opción de ir en taxi a casa y decidí ponerme en marcha, “Cuando antes empiece a andar antes llegaré” supuse, comencé a deambular por las calles frías y vacías que parecían las de un pueblo fantasma, lo cual me extrañó bastante estando en la capital. Cada sombra de las pocas farolas que estaban iluminadas y cada ráfaga de viento que movía lo que fuera que moviese me asustaba cada vez más; no sabía el por qué pero cada vez estaba más cansado, sería el frío o las cervezas que ya llevaba dentro y que me habían dejado sin pasta para el taxi. No sé, quizás debí no haber salido esa noche, o haberme ido antes a casa pero es poco importaba ya.
Andaba ya cada vez más rápido hasta que empecé a correr, mi pecho latía demasiado rápido y tuve que parar, cuando alcé la vista vi dos posibles caminos a casa, de la cual ya estaba cerca: Uno era rodear un parque, lo cual serían alrededor de cinco minutos de viaje, con su frío y cansancio incluidos, el otro camino era un callejón por el que iría más rápido (ese sitio desde siempre me había dado miedo, ni una farola alumbraba ese lugar y todo estaba sucio, parecía que el tiempo se había parado allí) pero no sé si por estar ya hasta los cojones de esa noche o que tenía un sueño impresionante, puede también que siempre me hayan gustado los caminos fáciles, pero elegí el segundo camino.
Me adentré en el callejón sin poder correr ya del flato, sólo se oían mis apagados jadeos, allí dentro no veía más allá de mis manos y se intuía un olor horrible, que debía ser causa de los cubos de basura, que a saber cuánto tiempo llevaban sin limpiarse, llegaba al final de ese infierno cuando oí un ruido atrás, todavía no alcanzo a comprender por qué me di la vuelta, y como no la curiosidad mató al gato, y eso era lo que encontré, un pequeño gato negro de espaldas, había tirad uno de los cubos y de eso me asusté, solté una carcajada y cuando me fui a dar la vuelta el gato se me adelantó, y pude verlos, esos ojos amarillentos que parecía iluminaban todo el callejón, los más bonitos que nunca he visto, pero cuando me acerqué, desapareció. Eso sí, nunca podré olvidar esos ojos.
Me dirigí ya a casa, muerto del sueño y cansancio y caí rendido en la cama, pero no podía dormir, cuando abrí los ojos… no estaba en mi cama.
Estaba en ese callejón, ¿Otra vez? No puede ser, a lo mejor me he desmayado del cansancio allí y me acabo de despertar…. Pero, no sé, solo sé que ya no sentía frío, nada de frío.

Mi sorpresa vino cuando decidí a mirar abajo, y no vi ms piernas, no, vi un par de pequeñas y peludas patas negras; entonces lo entendí todo, entendí por qué no sentía frío, por qué podía ver en esa oscuridad iluminada por mis ojos y entendí que nunca más iba a poder dormir, pasando mis futuras noches en vela siendo aquel gato, ese pequeño gato negro hasta que encontrara algún, como yo, incauto y absurdo idiota que decidiese andar a las tantas de la noche por un callejón oscuro."

jueves, 20 de noviembre de 2014

Réquiem por mi alma.

Llego dentro, entro por la última puerta, ya no sé ni qué hago aquí.

No sé por qué he empezado a buscar si siempre he sabido que no iba a encontrar nada, y me he sorprendido.

Cuando empecé y crucé la puerta principal tuve que soportar lo principal, lo primitivo, que casi siempre me domina; como ser irracional y absurdo que soy.
Cruzando el pasillo del hambre y la esperanza llegué a la habitación del pensamiento y la libertad, pasé de largo, no me quería tirar ahí toda la noche. La puerta de la empatía está abierta de par en par, a saber si está dentro o no... Tampoco voy a entrar a mirarlo, no me importa.
He llegado por fin, he cruzado la puerta. He entrado. Y aquí estoy, delante de él, mi yo, podrido, negro, triste y vacío, sólo acumula rabia y odio, esperando la luz que algo traiga, algo tan oscuro que nada sea capaz de hacerlo brillar.
El deseo de vomitar todo lo podrido, echar todo lo malo fuera, como el sincara de esa película japonesa, pero yo no tengo Chihiro, la soledad mata almas. Y bueno, toda esta mierda y esta horripilante bestia que hay en la habitación del fondo ya morirá, o acabará por matarme, pero aún queda mucho para preocuparse por esas gilipolleces...

martes, 18 de noviembre de 2014

Cuentos y demás tonterías.

De noche o de día, allí estaba él, Miedo. Miedo no tenía a nadie, pero todos le tenían a él; y aunque todos le tuviesen, a nadie le caía bien Miedo.

Nunca nadie quiere acercarse a él, se siente sólo porque aunque sabe que le viene bien que nadie se le acerque, ¿Quién quiere estar solo siempre? Nadie, y miedo menos.
Él puede aparecer muchas veces e incluso aparecer y no irse, entonces es cuando tienes la incertidumbre, la sensación, la que él causa sin tener él culpa. ¿¡Qué culpa tiene el pobre Miedo de dar miedo a todos!?

Aunque él sólo tiene un miedo, nosotros. Según Miedo cuenta: "No podéis mirarme, no os podéis enfrentar a mí, porque la mayoría de las veces perderé, desapareceré, y nadie quiere desaparecer".
Y claro, el miedo menos.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Y explotar.

Esa sensación de que todo te supera, ya no puedes más en ninguno de los sentidos.
Ya no estás cómodo en ningún sitio y no parece que eso vaya a cambiar nunca, y, si no ha cambiado en tanto tiempo por qué iba a hacerlo ahora.
Sensación de no ser nada, no tener nada, que a veces se maquilla con ojalás que nunca funcionan.

Y esa sensación que es este cúmulo de cosas a mucha gente le deprime, lloran por no saber afrontarla. Pero yo no.

Yo quiero explotar, explotar del todo y borrarme, y borrar de este mundo todo lo que este lleva consigo, todo lo podrido, lo engañado, que llega a ser todo lo que hay.
Borrar la pobreza, el maltrato en todas sus caras, la deforestación, la injusticia, el odio (trayendo consigo borrar el amor, merecerá la pena). Borrar todo lo que consideramos mundo cuando explote de una vez y dejar sólo una semilla.

Y que esa semilla sea capaz de crecer y convertirse en algo puro, no como toda la mierda que ha muerto para poder dejarla crecer.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Se acabó.

Todo muere.
Todo.
Lo que dura unos días, así como el mundo, el universo, nada es para siempre. Y esa es la ilusión humana del "para siempre" al igual que el amor o el dolor, ilusiones tan irreales como absurdas, y tan absurdas como necesarias.
Y quizá sea el invierno, que despierta lo peor de mí. Pero ahora en mi opinión todo está acabando, hasta lo que no ha empezado. Y esos son los peores finales.

Y otra razón para no creer en ningún Dios. Que nos lo dé todo para luego quitarnos eso mismo, o que nos quite lo poco que nos da.
Ya sólo cabe pensar que si existe algún Dios es un ser aburrido, que juega con nosotros como quien ve saw.
El que mira y se ríe del sufrimiento humano, un loco...

Loco, bueno, puede que nos crease a su imagen y semejanza.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Pa'l mejor.

Ahora quiero hablar de ese tío.

Ese tío que me lleva tres años dando vida, es raro que tu ídolo no sea un marica con muchos abdominales o una zorra vacía ahora mismo, pero yo también soy raro ¿No?

Ese que está descosío, ese poeta de cañería, de mierda y de manos vacías, el perro verde, rebelde como el viento de poniente.

Él manda a la mierda a la primavera (sus razones tendrá), a él la luna le sabe a poco, no quiere tu amor temporero pero se apega a ti como el barniz, con esos sombreros y trajes que lleva.

Él, poeta, te ronca despacito con su mierda y su cuchara, con su trapecio, y ojalá le quieras libre.

Al que dice "¡Que te jodan!" al viento.
A él por lo que ha hecho, y (esperemos) le queda por hacer.
Gracias Kutxi Romero.

Al margen.

Tengo que hablar de ellos, los insignificantes. Como dice Roberto Iniesta: "¿Quién escribe la historia? Nunca los vencidos, los despojados...

¡Qué distinta hubiera sido la historia de la humanidad si sólo se hubiera escuchado a los perdedores!"

Ellos nos rodean, están en cada vez que hacemos cualquier cosa sin pensar lo que hay detrás.

Ellos, los olvidados, los que están al margen. Pueden ser esa hormiga que pisas sin querer, esa mosca que se queda muerta, pegada en la pared; o yo.

A nadie le importa nada suyo, ellos están, tampoco queremos preguntarnos por qué. 

Y ahí están, al que pisan sin querer, ella, que yace en la pared aplastada, y otros que nada más hacen que lo que llamamos vivir.

Porque hay poetas de bragueta y revolcón.
Hay soldaditos marineros
Hay free birds.
También hay gatos que se hacen llamar López.
Hay Porretas.
Hay hasta lunas gitanas y soles poetas.
Y no nos olvidemos de los piratas del bar caribe.
Hay idiotas, tontos, so payasos, golfas, putas.. Y otra infinidad de similares.
Hay hasta gente que lo es todo.

Y luego los demás, los hartos de estar tan solos rodeados de gente...

¿Qué somos cuando no somos nada?

domingo, 9 de noviembre de 2014

Ateopocalípsis.

Dios.
Existe.
O no existe.
Como decía ese chico grunge "Dios es gay".
O puede que no.
Yo no sé si creer, por qué iba a hacerlo. Pero por qué iba a dejar de hacerlo.
Uso demasiado la expresión "No sé" pero es que suelo no saber nada. A lo mejor es porque me hago preguntas demasiado difíciles, porque veo cuarto milenio mientras los demás gran hermano. O puede que sea estúpido.
Pero me estoy desviando. He venido a hablar de dios, o Alá, o como cojones sea.

Yo planteo una hipótesis, y es que si existiese algún dios por el que luchar, no querría que luchasen por él. Y después de tantos muertos en guerras santas sólo espero que si seguimos así y hay algún dios cerca que pueda escucharme; ten piedad, mátanos a todos y empieza de nuevo, hemos salido defectuosos.

Amén.

Viviendo.

Ay, la vida. ¿Qué es la vida?
La palabra vida puede significar muchas cosas, y todas diferentes. Ahí es donde radica el problema, en mi opinión, al tanta gente pensar diferente sobre la vida el significado de ésta ya es totalmente abstracto.

Así como yo estoy vivo lo estamos todos, mis órganos vitales son funcionales y por eso estoy vivo. Pero una persona en estado vegetal ¿Está viva? Sus órganos funcionan pero él no.
No sé, también dicen por ahí que "Lo contrario a vivir es no arriesgarse" y que "No sólo respirar es vivir" pero no es así, puedes vivir estando vacío, siendo sólo una cáscara, sin nada dentro.

A las pruebas me remito.

sábado, 8 de noviembre de 2014

La lluvia.

Hoy ha llovido, ha llovido muchísimo.

Y he pensado en el cuánto hace que no llueve en mí. Hace demasiado y no sé por qué, siempre hay nubes a mi alrededor pero nunca llueve.
Ha chispeado alguna vez, pero no por mí; y de las lluvias felices ya ni me acuerdo si es que existieron alguna vez.
Pero hace demasiado que no noto las gotas en mis mejillas.
No sé, será estar seco, vacío. O que no haya ninguna razón para que llueva.

Sólo sé una cosa, "Sólo hay algo peor que el dolor y es no sentir nada".

Reflexiones.

Y es que a lo mejor el sol nos deslumbra sólo para que dejemos de ver tan bonita la luna.

¿A quién no le gusta la luna? Pero el sol es otra cosa. Nadie se esfuerza en mirarlo, porque no se puede mirarlo.
Él no puede brillar menos porque él es así, brilla lo que tiene que brillar, desde que existe.

Y todos los que dicen que en realidad el sol busca a la luna y la luna al sol porque quieren estar juntos, a esos yo les trato de ingenuos.

Entre ellos no hay amor. Sólo una envidia enorme por parte del sol, y una prepotencia enorme de la luna que seguirá así hasta que el sol se canse, cuando se canse se apagará.
Y cuando el sol se apague a nosotros ya no nos quedará nada.

Así cavamos nuestra propia tumba. Sin hacer caso a lo que nos da vida y poniendo por delante un absurdo satélite presumido.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Y si entro... qué.

Y como siempre yo estoy sentado, frente a esa puerta. No sé lo que hay al otro lado.
No paro de imaginarlo, como siempre.
Y no sé qué hacer, como siempre. Aunque sé lo que haré, haré lo de siempre, quedarme aquí, sin entrar y siquiera llamar a ver si alguien me abre, yo simplemente la miro y pienso, como siempre, qué es lo que habrá allí, en ese sitio desconocido.
Creo que nunca he cruzado una de estas puertas; o me han empujado o he obligado a que me empujen, siempre.
Y ahora ¿Qué haré?, es la pregunta que hay que hacerse. Aunque eso ya lo sé yo y lo tendríais que saber vosotros. Pues me voy a quedar aquí, me voy a fumar un cigarro delante de la puerta y voy a esperar a que desaparezca para siempre, y venga otra, y se repita lo sucedido. Como siempre.
Y ya llegará el fin.

Todo tiene un principio.

Y este es el mío. El mío aquí, claro. Ahora lo cojo como un niño su juguete nuevo; pero como el mismo niño, yo, quién sabe cuándo me cansaré de esto. Quizá ya lo esté al terminar el punto y final de esta entrada, o quizá no lo haga nunca. De todas maneras, a quién le importa.