lunes, 11 de enero de 2016

Por cada musa.

Por cada duda,
recita algo de Neruda.
Y como siempre, desnuda,
baila tu alma huesuda.
Para espantar al dudar.

Por cada mueca
que esboza tu tez, muñeca;
una lágrima se seca.
Si te echa el ojo dios, peca.
Tú no pares de bailar.

Por cada celo,
sueña en mi pecho y a pelo,
derrite mi alma de hielo.
Sé mi vela y que el velo
de tus ojos sea mi mar.

Por cada musa,
la que se quedó o se fue,
la que siempre fue una intrusa,
la que todavía me lee,
la que me odia con excusa.

Por todas ellas,
por las que solo hay rencor,
las ahogadas en botellas,
las jarroncito sin flor.
Las estrellas con espinas,
las amantes, las divinas.
Las descuidadas, las quietas,
las deprimidas, coquetas,
las despeinadas, las finas,
las que me creen Sabina
y las de hola y bragueta.

Las que juegan con anfetas,
las que me vieron buen tío.
Las que duelen, mis Julietas,
en las que nunca confío.

Las que nunca fueron nada;
los poemas que quemé.
Las que portaron espada
y sentenciaron mi fe.

Las que entraron de repente,
y parecían infinitas.
Y a las que un beso en la frente
les dio la mejor tirita.

Sin ser posible abreviar
y olvidando hablar de alguna,
aquí están las que al besar,
sus labios sabían a luna.

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