lunes, 6 de junio de 2016

La noche.

Entre el alcohol y el cansancio
florecieron dos cabezas;
y con casi mil cervezas
y polvo mágico rancio
me empiezo a elevar, distancio
de mí la pena que arrastro;
y en medio del submarino
tranquilamente alucino,
con cómo a la pena castro.

Hubo una hoguera de orujo,
que hace que el orujo hierva
siguiendo la voz del brujo,
que sin magia en la cazuela
pero con aroma a yerba
y un escenario de lujo
hace del humo la escuela
donde nadie falta a clase.

Y hace que el brebaje arrase
en la cabeza el mareo,
y deja solo el deseo.

Luego un rato en la cocina
hasta que el día se asoma;
tiene que ser una broma,
mira, el sol se nos arrima
y cuando alcance su cima
ya habremos hecho un apaño.

Como tenemos cabeza,
cogimos mucha cerveza
y a encerrarnos en el baño.

Ya que aquí nunca es de noche
podemos seguir la fiesta,
ni el ruido de ningún coche
ni nada más nos molesta.

Y en nuestras almas un oleaje, en el baño todavía, con todavía cerveza seguimos estando vivos.
Así se acabó la noche, con los dos cerca del coma evitando la mañana tirados en el suelo.

Así acabó esa noche.

Así se acabó la noche.

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