Cuatro de la mañana, otra vez que me despierto,
escupiendo en la existencia de cada humano existente.
No os importa el moribundo, luego le lloráis al muerto;
miente el que define humano como ser inteligente.
Manía persecutoria en solitarios callejones,
rancios y malolientes como nuestro parlamento.
Cientos de alimañas que truncan mis decisiones
traen esquizofrenia pura cuando escucho tu lamento.
No te arriesgues a que vuelva y mátame ahora,
cuando esté dentro del todo, media vuelta a la katana.
Noto la fuerza del mar en mi pecho, agotadora;
y sacan brillo a mi envidia profetas de la mañana.
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