Soy las pupilas,
adolescentes adormecidas,
que con idas y venidas,
sólo dan guerra.
Soy el humo, que hace figuras preciosas. Y todo sin querer.
No se me ocurre otra comparación que esa mujer que es bonita al natural; ella ya es lo más agradable a la pupila dilatada que se puede tener.
¡Y no se ha esforzado!
Simplemente es así.
No sé. También el ambiente era agradable.
El viento parecía que iba a convertirnos en piedras rodantes; pero al final no.
Podría haber caído un meteorito;
pero al final no.
Podríamos haber sufrido combustión espontánea;
pero al final no.
Fue un día normal. Pero singular.
No creo poder explicarlo.
No a nadie que haya visto ese humo morir lentamente. Hasta que se acabó.
Y con mis labios secos y mi garganta llena de cristal pregunto.
"¿Tienes más cartón?"
Esto sí que huele a esencia de adolescencia.
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