Vivito y coleando,
siempre ando,
despistado,
por el lado
equivocado
de la vida.
Con mis idas,
de olla.
Que escribo siempre.
Y las salidas.
Pero no, ya.
Ya no sienten.
Ni frío ni calor,
ni mienten ni besan,
ni el sucio sudor
que tu cama expresa.
Y no sé lo que digo,
la flor se pudre muriendo.
Tampoco sé por qué sigo
siempre en mis trece escribiendo
Mierda.
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