Y entre cadenas de esparto
se halla mi cráneo ruinoso,
ruinoso como asombroso,
asombrosamente herido,
por heridas corroido,
corroídamente vacío,
jodidamente triste,
ilustre; y muy pirata,
aunque se va por la pata,
cuando me miras.
Coño; pero qué ojitos de gata,
cada vez que te me giras.
Por suerte tengo la suerte,
de aunque siempre moribundo,
y con en la contra al mundo
siempre esquivo a doña muerte.
A la muerte y al que venga,
yo sólo voy a mi son,
no vaya a ser que un día tenga
que endeudarme el corazón.
Con lo perezoso que ando
para cosas del amor.
Nunca quiero empezar algo,
que vaya a acabar peor.
Pero todo lo acabado
termina en algún momento,
y el que me diga que no,
que me demuestre que miento.
Palabra contra palabra,
y cara a cara, yo siempre.
Gano todas las batallas,
debates, lo que se tercie.
Más frustrado y menos ánimo,
cada segundo que viene.
Pero, ojo, nunca me rindo.
Ser luchador es lo que tiene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario