martes, 31 de marzo de 2015

Brisa nocturna.

Estoy dentro, en lo más hondo.
Y no me queda nada que haga rápida la subida; peldaño a peldaño y día a día voy escalando aunque el túnel se alarga.

Nunca veo el final, el principio tampoco.

Sólo sé que es subida, quizá por mi obsesión de las alturas. Que mi mente se suba al árbol más alto, para que cuando caiga (y siempre caigo), muera y no recuerde nada al subirme a otro árbol.

Ahora mismo no entiendo nada. En mi campo no hay árboles.
Sólo hay nubes y estrellas.
Pero no estrellas de cielo. Un montón de estrellas naranjas que significan la vida, las vidas. Y puedo verlas todas desde donde siempre estoy.

Creo que éste es el final del pozo, ya que no hay menos malo.

Me da miedo que nadie lo pise; no quiero que roben mi reino.
No quiero que mi soledad haga amigos.
No quiero que cuando acabe todo mis penas tengan otra gente a la que molestar.

Pero tampoco quiero que lo que me mata afecte a los demás.
Soy cura y enfermo.
Soy portador del virus.
Creo que a veces soy hasta cepa.
Soy muerte.
Soy adolescencia.
Huelo a animal podrido,
y mi color es el negro.
El vaso vacío del todo.
Las espinas de la rosa.
La bestia que parte corazones frágiles.
Soy el ladrón de sonrisas.
Soy el tiburón hambriento.
Pecados en santuarios.
Soy Satán dándole la mano a Gandhi.
La teoría del caos en su máxima expresión.
El llanto del niño huérfano.
Y de la madre huérfana de niño.
Soy depresión que pesa en tus hombros.

Soy soledad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario