"Ella dijo cántame,
yo solo silbaba poemas.
Mi alma grita sálvame
quítame estas cadenas...
De frío muero pero lento;
aun tenemos mañana.
Aun nos queda un momento,
para darle llama...
A la soledad."
El amor es una montaña imaginaria, pesada y gigante; en realidad no existe, pero si vas lo suficientemente puesto; ahí está, dentro de sus ojos.
Cada piedra que la forma se añade sola, con cada beso, con cada caricia, con cada todo.
Ella fue mi montaña más grande, el Everest del amor y dentro de mis pantalones, era belleza; pero no una belleza, era LA belleza, su pelo suave, sus manos calientes y lunares en el escote, ¿Qué más se puede pedir? Ah, sí, que me quiera; y me quería, o eso decía... Pero lo importante no es si era verdad, es que me lo creía.
Y cuando te lo crees ya solo hay dos opciones, correr o echarle huevos; y yo nunca le echo huevos, pero con cada beso me dejaba más cojo.
El verde marihuana que teñía sus ojos marrones se clavaba en mi columna, y si se alejaba, también lo hacía mi esperanza, (la que ya creía perdida.)
Desnudos y vestidos, arropados sin ropa; todo era celeste cuando cerraba los ojos.
No sé si era el paraíso o la más fuerte morfina jamás descubierta, tampoco sé si me engaño o realmente ya no puedo vivir, espero sea la primera.
No hablemos de mi boca en su ombligo, ardiendo por dentro y por fuera, en una hoguera que nunca iba a apagarse, pero que ella apagó.
No sé si no tengo palabras o tengo tantas que no sé cuales elegir... Creo que la segunda. Nunca he sentido un luto tan grande por un corazón que se apaga. Y menos si se apaga de manera manual, todo siempre lo he curado con whisky y soledad, con verde y cartón; pero ahora no sé si todo me supera o la gota que colmó el vaso fue la última lágrima que dejó en mi cama.
Puede ser que tanta poesía y mala vida me hayan vuelto loco; y a los locos solo les hace falta una chispa para irse a la mierda. Supongo que ella fue mi chispa.
Íbamos a toda hostia por un camino que acababa en barraco, y si nos daba igual no lo teníamos muy claro, pero yo siempre fui un buen talibán, y hago trueque de saliva hoy y sangre mañana, siempre lo he hecho, y lo haré hasta que no me quede sangre por cambiar.
Supongo que ya nada importa; ella se fue, y con ella su montaña, y sus ojos, y sus piernas, sus lunares, su ombligo, su nariz y sus pezones... Lo que no me queda claro es si ella era solo ella... si no me explico es porque hay cosas que no se pueden explicar.
Y ella no se podría explicar jamás, al menos no con mi boca.
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