jueves, 4 de agosto de 2016

Cicatrices.

No hay nada para celebrar, y mientras espero a nadie sentado en un banco pienso en lo cansado que estoy de estar cansado, en los trenes que pierdo por no atreverme a subir y en lo autodestructiva que se está volviendo mi mente.

Cada vez la ansiedad que me lleva persiguiendo años golpea más fuerte pero menos veces; eso es un logro, ya que el tiempo que paso lúcido lo invierto en intentar aprovechar cuando sonrío, y no dejar de aprovechar cuando estoy sólo y pensando en negro.

La vida me arranca muchas cosas que para mí eran como respirar, y ahora sin pulmones pesan más las hostias, pero tampoco nos podemos quejar.
Ya llevo tatuadas demasiadas cicatrices, por un par más que no falten.

Yo me las seguiré lamiendo, a ver si curan.

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