domingo, 27 de noviembre de 2016

Autoestima.

Vuelvo caminando a duras penas, dejando en cada paso mil manchas de sangre, después de una noche increíble, vuelvo a estar solo.

Y las sombras me atormentan mientras subo hacia mi casa y pienso en lo rápido que se muere todo; en lo efímeros que son los te quiero de la boca equivocada. Pienso en todas las mentiras que mi mente ha tenido que soportar, quemando mi alma hasta convertirla en polvo.

Mientras tanto las farolas me miran, los árboles bailan al son del invierno y yo sigo sintiendo el mismo frío que siento desde hace días. No es un frío humano, no sé arregla con mantas y radiadores, viene de dentro.
Creo que me he congelado, haciéndome inmune hasta que nada me vuelva a dar calor, sabiendo que el calor es algo raro en mi existencia.

También pienso en los moldes, estoy cansado de tanto presuponer bondad en sonrisas puntiagudas que van a acabar mordiéndome. No sé, los ideales a veces no son nada ideales. Es como encontrar el paraíso y que dentro de él no puedas respirar...

Creo que me estoy dando cuenta de que el alma perfecta no tiene que ver con nada más que la paz que te haga sentir.

Abro la puerta y echo el último vistazo a la calle, sabiendo que volveré a ella mañana y otra vez solo. Pero ya no duele, nada puede hacer sangrar el polvo; además acabo de ver una estrella fugaz, creo que Bahú me está guiñando un ojo.

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