Silbo, silbo y suspiro,
miro, que vuela el mirlo,
cansado, de resumirlo, todo en dos o tres colores
el va besando a las flores,
sin escuchar vuestra risa
buscando un surco de brisa
que calle su depresión,
y saltando del balcón
recupera su sonrisa.
Salta. Cae. Fluye.
Vuelve a convertirse en nada,
sin recuerdos, sin espada,
sin leyes y sin cadenas.
Sin tóxicas relaciones,
ni corazón, ni razones,
ni felicidad, ni penas.
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