Y aquí estoy.
Mirándole a la garganta;
pero no creo que sea hoy,
cuando vaya a salir bien.
Así que voy,
desafiando al Dios del silencio
de callejuelas.
Fumando un cigarro
me agarro,
a mi fuerza y a mis ganas
de dejar de tener ganas,
de besar aquellas piernas.
Que pudieron disparar
al alma de este jodido,
poeta sin rumbo y podrido.
Como sus ojos.
Que ya no ven más.
Que silencio.
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