Y de noche el descampado,
se hace más sólo y pesado.
Vaya viaje.
De expulsar todo lo malo,
otra vez en cada calo.
Sin peaje.
Y con la estrella que guía,
cada paso del espía
que está cerca de la luna.
Que se muere por momentos,
la estrellita del lamento;
la polar, que es nuestra cuna.
Y con la vida que ahoga,
trenzada como una soga.
La cárcel de nuestro beso.
El que mató nuestras noches.
Las que rompimos a coces.
Con la fe de nuestro exceso.
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